El lago San Pablo y su guardián, el taita Imbabura, conforman un paisaje que se presta para una aventura aérea inolvidable. Ubicados solamente a 87 km de Quito y en camino hacia Otavalo, apreciarlos desde el aire es la actividad ideal para comenzar un día de pura adrenalina, cultura y diversión.
El lago San Pablo es un ojo de agua de 7,7 km de diámetro y tiene una profundidad de 48 m. Alrededor de él, varias comunidades indígenas han convivido en armonía por cientos de años. Actualmente, es fuente de ingresos para muchos de ellos, mientras que los turistas también disfrutan de este paraíso, realizando deportes acuáticos y simplemente contemplando este idílico paisaje.